Román Simakov boxeador
ruso de 27 años, murió hoy a causa de la serie de traumatismos que
le dejaron inconsciente en su última pelea en la región de los
Urales rusos. Las notas internacionales juzgan al árbitro Sergueí
Kovaliov, por no parar la pelea a tiempo... nadie apunta hacia el
Consejo Mundial de Boxeo (WBC) que dirige José Sulaimán, el mismo
que defiende a cada peleador que sube al cuadrilátero representando
a México. Otra vez, ni Sulaimán, ni el WBC serán crucificados en
los medios.
Como otros deportes donde
mandan las mafias, el boxeo se ha convertido en el nuevo circo
romano, donde el dolor y la sangre fluyen como el dinero y las
drogas. El boxeo es el único deporte donde hay que exterminar al
adversario, metáfora afín del capitalismo salvaje. Los peones son
finalmente los más pobres, que a fuerza de musculo siembran
esperanzas en un público vivido de más violencia. El dopaje y las
apuestas son en última instancia consecuencias lógicas de la
porquería que emana del poder. Bajo la lógica del más fuerte,
gloria, riqueza, fama le esperan al campeón... las puertas del
cielo se abren y finalmente el hombre común, el pelagatos puede
probar las mieles del poder. Es igual en el fútbol o la lucha
libre.... los modernos gladiadores dejaran sudor y sangre en el ring,
sufrirán y gozarán afuera de él. La muerte se inserta con cada
golpe, mueren neuronas y con ellas esperanzas de llegar a gozar
completo y consciente las promesas de salir de la pobreza. Cada
gancho saca el aire de los pulmones y jamás vuelve... hay que
aferrarse a la vida templando el cuerpo y doblando la dignidad. El
peleador en ocasiones sueña para no sentir dolor, vuela y golpea, se
agacha y se duele, se vuelve un animal de resistencia que se traga su
sangre... los puños quebrados dejan de doler, para mutar en masas
que llevan muerte. Los ojos dejan de mirar al otro, el instinto manda
y cada vez que el aire entra duele como cada golpe... pero lo
mantiene vivo y de pie. La campana duele en alma porque es mentira,
es una farsa que se descansa y es verdad que cada vez duele más
levantarse del banquillo. El agua sabe a sangre, a metal, a las
monedas que hay que saborear pero no tragar, es el respiro para hacer
esta matanza mas capitalizable. A veces el peleador se atreve a mirar
al respetable, peno no ve más allá de unos cuantos metros. En
ocasiones, se permite escuchar los gritos que le mienten que esta
vivo todavía. Finalmente si las cosas van bien, su brazo será
levantado y le dirán campeón, le gritaran campeón. Lo abrazaran,
lo ungirán con su propio sudor, para finalmente dejarlo de nuevo
morir en la soledad del vestidor...
México, D. F.
9 de diciembre 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario